Por naturaleza, los huesos de la cara crecen armónicamente, desde el nacimiento hasta la madurez, modelando el rostro de forma bien proporcionada. Esto cuando la persona es mas calmada, pues mantiene la musculatura facial relajada. Si fuera muy tensa contrae los músculos de la cara, resistiéndose a la expansión de los maxilares y dientes. En este caso la persona puede quedar con el rostro pequeño, tener prognatismo (quijada grande y prominente) o protrusión maxilar (dientes superiores sobresalientes). Las causas principales son las tensiones emocionales en la infancia, que generan también malos hábitos bucales, como chupar el dedo, morder las uñas, etc. Hasta los 2 años (fase oral) es normal buscar el placer con la boca, pero después de esa edad eso es perjudicial.
R.C., de 7 años, tenía el hábito de chupar el dedo, hasta cuando dormía. Eso le genero deglución atípica y problemas de dicción (al deglutir y hablar proyectaba la lengua sobre los dientes superiores empujandolos hacia afuera). Permanecía horas con el dedo en la boca y la mirada fija en un mundo imaginario. Buscamos concientizarla de los perjuicios que ella se causaba: nadie le entendía lo que ella hablaba y los dientes estaban mal posicionados y feos; La búsqueda de las fantasías la perjudicaba y usaba esos malos hábitos para distraerse de la conciencia de sus errores. El día de su 8° cumpleaños, R.C. resolvió dejar definitivamente de chuparse el dedo y su problema estético pudo ser corregido.
Eso muestra la importancia de la odontología con orientación psicosomática, que cuida no solo de los síntomas, sino también de la causa socio-psíquica que hay detrás del problema, beneficiando al paciente como un todo.